Jordi Herrera, Doctor en Matemáticas y profesor asociado del Departamento de Ingeniería de la Información y las Comunicaciones de la UAB, explicó de manera sencilla y comprensible un tema tan opaco y controvertido como es el funcionamiento de los bitcoins y el blockchain.
Toda criptomoneda se enfrenta a diferentes retos: que no pueda ser falsificada, que nadie pueda gastar nuestras monedas, que nadie pueda gastarlas más de una vez y que ninguna autoridad central pueda controlarla ni manipularla.
Los bitcoins nacieron en enero de 2009, creados por una persona o grupo de personas anónimas bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto.
Son monedas digitales que no dependen de ninguna autoridad central y basan su seguridad en mecanismos criptográficos y de consenso.
Para afrontar estos retos de los que hablaba Herrera, las transacciones de bitcoins se hacen a través de unas direcciones, que se asimilan a los números de cuenta que tenemos en los bancos convencionales y con unos códigos secretos, personales e intransferibles, que sirven como firma.
Finalmente, se crea un registro de transacciones llamado blockchain.
La propiedad más importante de este registro de bloques encadenados es su inmutabilidad, es decir, una vez se incluye una información en la cadena, ya no se puede manipular jamás. Sin embargo, la creación del blockchain tiene un costo energético (y por lo tanto económico).
Para que todo este sistema funcione, es importante la figura de los mineros, que son personas que, con sus equipos, se dedican a incluir bloques en la cadena. Compiten entre ellos por crear nuevos registros, pero solo el primero que lo consigue tiene una recompensa en forma de bitcoins. Estos bitcoins que se dan como recompensa provienen de la emisión de moneda. Esta cantidad se divide entre dos periódicamente (dado que actualmente se ha creado el 96% de la moneda y se pueden generar un máximo de 21 millones de bitcoins).
Los bitcoins, por tanto, se pueden obtener de diferentes maneras: trabajando y cobrando el trabajo en bitcoins, comprando directamente en una casa de cambio o generando registros para el blockchain. Su precio es muy variable, tiene muchas incertidumbres y no está regulado por la bolsa. Pero sí hay una certeza: el precio siempre es mayor 4 años más tarde (dado que es cuando se divide por dos el volumen de bitcoins que se emiten).
Para terminar la ponencia, Herrera apeló al sentido común para evitar estafas alrededor de las criptomonedas, explicando que “no hay duros a cuatro pesetas” y que no podemos esperar un beneficio en poco tiempo y sin riesgo.
Las criptomonedas han venido para quedarse, conectan con la soberanía del pueblo y con el hecho de que los Estados dejen de tener el monopolio de la emisión de moneda y control económico.